jueves, 28 de mayo de 2009

El Amor y la Locura



Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la tierra todos
los sentimientos y cualidades de los seres humanos.
Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura
como siempre tan loca les propuso: ...vamos a jugar a las escondidas?

La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad sin poder
contenerse le preguntó: A las escondidas..??? y... Cómo es eso??....
Es un juego, explicó la Locura, en el que yo me tapo la cara y
comienzo a contar desde uno hasta un millón... y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupara mi lugar para
continuar el juego.
El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia.
La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada.
Pero no todos querían participar.
La Verdad prefirió no esconderse... para qué...?? ...si al final
siempre la hallaban.
Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que
le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella)... y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

Uno, dos tres... comenzó a contar la Locura. La primera en
esconderse fue la Pereza, como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del
Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol
más alto.
La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba
le parecía maravilloso para alguno de sus amigos... ...que si un lago
cristalino... para la Belleza ...que si una hendida en un árbol... perfecto para la Timidez ...que si el vuelo de una mariposa... lo mejor para la Voluptuosidad ...que si una ráfaga de viento... magnífico
para la Libertad. Así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.
El Egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el
principio: aireado, cómodo... pero sólo para él.
La Mentira se escondió en el fondo de los océanos... (mentira, se
escondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo en el centro de
los volcanes.
El Olvido... se me olvidó dónde se escondió el Olvido, pero eso no
es lo más importante.
La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos
noventa y nueve... y el Amor no había aún encontrado sitio para esconderse
entre sus flores.
Un millón contó la Locura y comenzó a buscar.
La primera en encontrar fue la Pereza... a sólo tres pasos detrás de
unas piedras.
Después se escuchó la Fé discutiendo con Dios sobre Teología, y a la
Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes.
En un descuido encontró a la Envidia y claro, pudo deducir dónde estaba
el Triunfo.
Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su
escondite, que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la
Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró
sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse. Así fue
encontrando a todos.
Al Talento entre la hierba fresca...
A la Angustia en una oscura cueva...
A la Mentira, detrás del arco iris, (mentira... en el fondo del mar).
Hasta el Olvido... ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
pero... sólo el Amor... no aparecía por ningún sitio.
La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta,
en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, divisó
un rosal y pensó:
...El Amor siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas...
tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas... cuando de pronto un
doloroso grito se escuchó...

Las espinas habían herido los ojos del Amor, la Locura no sabía qué
hacer para disculparse: ...lloró... rogó... pidió perdón y hasta prometió
ser su lazarillo.


Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra a las
escondidas, el Amor es ciego... y la Locura siempre lo acompaña.


MARIO BENEDETTI

martes, 26 de mayo de 2009

Crisis, deudas y créditos...



Es agosto, una pequeña ciudad de costa, en plena temporada; cae una lluvia torrencial hace varios días, la ciudad parece desierta.

Todos tienen deudas y viven a base de créditos.

Por fortuna, llega un ruso forrado y entra en un pequeño hotel con encanto. Pide una habitación. Pone un billete de 100€ en la mesa del recepcionista y se va a ver las habitaciones.


El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero.

Este coge el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.

A su turno éste se da prisa a pagar lo que le debe al proveedor de pienso para animales.

El del pienso coge el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con la prostituta a la que hace tiempo que no paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.

La prostituta coge el billete y sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado.

En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, coge el billete y se va de la ciudad.


Nadie ha ganado un duro, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza!


MORALEJA: SI EL DINERO CIRCULA SE ACABA LA CRISIS

domingo, 24 de mayo de 2009

El tiempo no se ve...se siente



Los tres últimos deseos de Alejandro El Grande


Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.

2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...

3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro le explicó:

1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte, el poder de curar.

2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos, cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.

Al morir nada material te llevas, aunque creo que las buenas acciones son una especie de cheques de viajero.


"EL TIEMPO" es el tesoro más valioso que tenemos porque ES limitado.

Podemos producir más dinero, pero no más tiempo.

Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar, nuestro tiempo es nuestra vida. EL MEJOR REGALO que le puedes dar a alguien es tu tiempo y SIEMPRE se le regala a la familia o a un buen amigo.

Que Dios te colme de bendiciones.

sábado, 23 de mayo de 2009

Somos verdaderamente asi?



"Los siervos del Misericordioso son aquéllos que caminan por la tierra humildemente y que cuando los ignorantes les dirigen la palabra, dicen: Paz.


Y los que pasan la noche postrados y en pie, por su Señor.


Y los que dicen: ¡Señor nuestro! Aparta de nosotros el castigo de Yahannam; realmente su castigo es un tormento permanente. Y es un mal hospedaje y una mala residencia.


Y aquéllos que cuando gastan ni derrochan ni son avaros, sino un término medio entre ambas cosas.

Y los que no invocan junto a Allah a ningún otro dios ni matan a nadie que Allah haya hecho inviolable a menos que sea con derecho; ni fornican..."

Coran 25, 63-68



Si no lo somos, pongamonos a trabajar inshaAllah...

jueves, 7 de mayo de 2009

Una historia de camellos (cuento arabe)



El viejo pastor sabía que se moría.

Toda su fortuna consistía en diecisiete camellos, que había ido llevando de pradera en pradera a pastar, y que también había alquilado a los conductores de caravanas, por una temporada.

Desde que se quedó viudo, hacía mucho tiempo, vivía en su tienda con sus tres hijos: Hussein, Hassan y Hassin.

¿Qué sería de ellos?, ésta era su preocupación.

Sabía que sus hijos, aunque buenos muchachos y trabajadores,

eran muy peleones.

Una tarde, cuando caía la noche, el viejo reunió a sus tres hijos en la entrada de la tienda y les dijo, mientras sorbía té con menta.

- Atended, hijos míos. Sé que no estaré ya mucho tiempo con vosotros. Sé que me queréis, y que realizaréis mis últimos deseos, así es que recordad esto: vuestra riqueza son los diecisiete camellos que os dejo. Vosotros os los repartiréis de la siguiente forma.

Tú, Hussein, eres el mayor; como has trabajado mucho tiempo conmigo mientras tus hermanos eran todavía niños, te dejo la mitad de mi manada.

A ti, Hassan, menor, que has trabajado también conmigo, pero menos tiempo que tu hermano mayor, te dejo la tercera parte de la manada.

Y en cuanto a ti, Hassin, que eres el pequeño y todavía no has tenido tiempo de trabajar mucho conmigo, pero tienes todo el porvenir ante ti, a ti te doy la novena parte de la manada. ¿Respetaréis mi última voluntad?

-Te lo prometemos, padre.

A la mañana siguiente, el viejo pastor se murió.

Sus tres hijos le enterraron en el desierto y rogaron a Dios le acogiese en el paraíso. Después se pusieron a pensar en el reparto de la manada.

Se acordaban bien de lo que su padre les había dicho, pero no llegaban a encontrar el modo de repartir diecisiete camellos en dos, ni en tres, ni en nueve. - Nuestro padre nos ha metido en un gran lío.

La mitad de diecisiete camellos es ocho camellos y medio. Se puede matar uno o venderlo y repartir el precio en tres. También se puede esperar a que las camellas tengan camellitos. Sí, pero, ¿si se muere una camella?

Los tres hermanos no llegaban a salir del embrollo.

Entonces vieron llegar un hombre montado en un viejo camello pelado del todo, que les pedía hospitalidad para la noche.

- Es Dios quien te envía -le dijo Hussein-. Tú podrás darnos un consejo.

Y le explicó el problema del reparto.

El viajero escuchó atentamente, reflexionó en silencio y después respondió:

- Hay una solución. Yo os doy mi camello. Así serán dieciocho animales y podréis hacer el reparto.

- De acuerdo -dijeron los tres hermanos-.

Verdaderamente es Dios quien te ha enviado.

Nuestro padre ha debido maquinar todo el asunto con él.


Entonces hicieron el reparto:

Hussein tomó la mitad, es decir, nueve camellos.

Hassan, la tercera parte, es decir, seis camellos.

Hassin, la novena parte, es decir, dos camellos.

Nueve y seis y dos: en total diecisiete camellos.


Y al día siguiente, por la mañana, feliz de haber encontrado la solución,

el viajero, sobre su viejo camello pelado, continuó su camino:

el camello dieciocho.

martes, 5 de mayo de 2009