viernes, 4 de junio de 2010

El árbol más solitario del planeta


Esta es una historia curiosa si no fuera por la profunda tristeza que provoca.

Tampoco es reciente. Trata de un árbol, un único árbol, el más solitario y aislado del planeta. También el más gafe. No había otro en 400 kilómetros a la redonda. Sobrevivía en el desierto del Teneré, en Níger, y era una acacia.Teneré significa en el idioma tuareg “el desolado, y es el desierto del desierto del Sahara, su área central y más árida. Allí donde la vida es prácticamente imposible subsistía el desamparado árbol, el último superviviente de los viejos bosques que durante milenios poblaron las ataño fértiles llanuras del Sahara, expulsados por la sequía de un desierto en implacable avance.

Era faro natural en medio de un mar de arena, punto de referencia obligada para las caravanas de camelleros, emblema de vida en mitad de un paisaje de muerte. Su secreto estaba en la potencia de las raíces, capaces de llegar hasta un pequeño acuífero fósil localizado a 35 metros de profundidad. Incluso florecía todos los años, en un intento desesperado por perpetuarse tan inútil como maravilloso.Pero llegamos nosotros y nuestros locos cacharros. 25 años después de descubrirlo para el mundo occidental, el explorador y etnólogo francés Henry Lhote se encontró en una segunda visita con que un camión le había desgajado uno de sus dos troncos.

Y no se lo podía creer:

“El tabú, el árbol sagrado, el único a quien ningún nómada osó haber herido con sus propias manos… este árbol ha sido víctima de un golpe mecánico”.

Parece imposible chocar contra el único obstáculo en cientos de kilómetros, con todo el espacio del mundo para esquivarlo, pero ocurrió. Y no una vez, sino dos. La segunda fue la definitiva. En 1973 un camionero libio, presuntamente borracho, embistió accidentalmente la acacia acabando con el símbolo de los tuaregs. Sus restos pueden verse ahora en la capital de Níger, a modo de triste monumento. Mientras, en su lugar original se levanta un árbol metálico apoyado en bidones de combustible, triste caricatura artística del avance avasallador de nuestra civilización.

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