Los paisajes suenan, cantan, interpretan y por supuesto dicen.
Les oiremos murmurar con las mil entonaciones del viento y de las aguas y la infinita gama de tonalidades que se desprende de las caricias que esos dos elementos le dan a todo lo que vemos.
Pero dentro del panorama suenan, sobre todo, sus solistas. También casi todos los inquilinos del mundo no edificado expresan a través del sonido. Todos necesitamos que se sepa de nuestro pertenecer a un lugar, o a muchos. Pero allí oiremos también el capricho, el esplendor de la primera creatividad, la alegría que desata aprestarse a la renovación.
La Naturaleza usa infinitos lenguajes que apenas somos capaces de comprender pero que si podemos disfrutarlos con la seguridad de que todos ellos fundan la vivacidad e intentan la belleza.
Joaquín Araújo
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